De los varios puntos de partida recomendados en las diferentes guías que pude consultar, me decido por empezar el recorrido en la Puerta Elvira (Bab Ilvira), situada en la Plaza del Triunfo. El arco que podemos ver en la actualidad data del siglo XI, no es el original, anterior al siglo IX. Éste fue utilizado por los Reyes Católicos como arco triunfal cuando entraron por primera vez en Granada.
Puerta Elvira
Comenzamos la subida propiamente dicha al barrio del Albayzín por la Cuesta de la Albahaca y giramos en el callejón de La Lona, donde encontramos la Puerta Monaita. Se trata de una puerta defensiva; posee torre de mampostería y baluarte con rampas que permiten el acceso a la Alcazaba Cadima.
Puerta Monaita
Continuando nuestra ascensión llegamos a la Plaza de San Miguel Bajo, lugar poblado de apacibles bares y terrazas donde podemos hacer nuestro primer y bien merecido alto en el camino.
Plaza de San Miguel Bajo
Situados en la misma Plaza de San Miguel Bajo podemos encontrar la iglesia del mismo nombre, que data del siglo XVI. Fue construida sobre una mezquita del siglo XII, de la que aún conserva su aljibe adosado a uno de sus muros. En todo el Albayzín se contabilizaron hasta cincuenta aljibes, de los que hoy en día sólo se conservan aproximadamente la mitad, algunos aún en uso.
Aljibe de San Miguel
Dejamos la Plaza de San Miguel y nos encaminamos hacia unos jardines donde estaba localizada la primera alcazaba construida por los árabes al entrar en la península, en el siglo VIII. Fue desmantelada por Abderramán III, el primer califa independiente de Córdoba en el siglo X, vuelta a fortificar por los ziríes y abandonada definitivamente por Muhammad I al establecer la corte en la Alhambra. Pero mucho antes, en este mismo lugar se encontraba el foro de la ciudadela romana Ilíberis.
Bajamos desde estos jardines por el Callejón de las Monjas, buscando el Palacio de Dar Al Horra.
Azulejo
Llegamos al Palacio de Dar Al Horra, actualmente cerrado por restauración. El palacio posee el sobrenombre de Casa de la Honesta debido a la esposa de Muley Hacén y madre de Boabdil, Aixa, quien se refugió aquí al ser repudiada por su marido, encaprichado de la cautiva cristiana Isabel de Solís.
Vista del Palacio de Dar Al Horra
Deciros que el estado actual de la fachada del palacio es verdaderamente lamentable; aún habiendo sido restaurada recientemente, está repleta de pintadas, por lo que se hace tremendamente difícil conseguir una vista general del edificio.
Rincón
Retrocedemos nuevamente por el callejón de las Monjas para dirigirnos por el callejón de las Minas, llamado así por las excavaciones que tuvieron lugar durante el siglo XVI en el foro romano, hasta la plaza del mismo nombre, a la que accedemos por la Puerta Nueva o Arco de las Pesas, del siglo XI.
Arco de las Pesas
El sobrenombre de Arco de las Pesas hace referencia al uso como mercado o zoco que tenía y tiene actualmente la plaza y a la costumbre de los oficiales de abasto de exponer aquí colgadas las pesas “defectuosas” que confiscaban a los mercaderes.
Detalle de pesas colgadas
Entre el Arco de las Pesas y la Plaza Larga sale el Callejón del Agua, donde se encontraban los mejores baños de Granada, de los que no quedan más que escasos restos en las primeras casas de la calle.
Callejón del Agua
Al final del callejón del Agua podemos encontrar la Casa de los Mascarones, llamada así por las máscaras de piedra incrustadas en la blanca fachada, a modo de gárgolas. Al parecer, y según reza en una placa, “En esta casa tuvo su Paraíso el siglo XVII el poeta granadino don Pedro Soto de Rojas”, canónigo amigo de Góngora, quien la compró en 1611, tras la expulsión de los moriscos, antiguos moradores de la misma.
Casa de los Mascarones
Finalmente, tomamos dirección hacia el Mirador de San Nicolás, fin de todo paseo por el Albayzín, lugar muy frecuentado al atardecer por turistas, bohemios, artistas y lugareños que simplemente quieren disfrutar de lo que un día denominó Bill Clinton como “el mejor atardecer del Mundo”.
Vista del mirador de San Nicolás
Por desgracia, ese día estuvo nublado y con una bruma que nos impidió disfrutar del sol del atardecer pintando de rojo a la auténtica maravilla que es La Alhambra, recortando el fondo de Sierra Nevada, la cual solo se podía intuir a ratos entre las nubes. Motivo por el cual habrá que volver…
Vista apanoramizada de La Alhambra